Caracas.- Ya se ha hablado anteriormente sobre esa frase que tanto corre en estos tiempos, “Venezuela se arregló”. La escuchamos pronunciar por muchos venezolanos más con sarcasmo que como afirmación, para molestia de quienes pretendían lanzar una tenue cortina de humo sobre los males que estamos pasando muchos en el país.
Sin embargo, es la única cosa que nos viene a la cabeza cuando vemos que la tasa de variación anual del Índice de Precios al Consumidor en Venezuela en octubre de 2022 ha sido del 155,8%; mientras la inflación acumulada del año es del 119,4%, una cifra que da para hablar sobre todo aun que ni siquiera hemos cerrado el año.
Quizás lo que esté sucediendo en nuestro país es que algunos manipuladores de oficio consideran esta cifra como una gran victoria, esto siempre y cuando la comparamos con el negro y largo episodio de hiperinflación que vivió Venezuela. ¿Y qué es la hiperinflación? Estamos hablando de una inflación muy elevada, fuera de control, en la que los precios aumentan rápidamente; al mismo tiempo que la moneda pierde su valor real y la población padece una evidente reducción en su patrimonio monetario.
La subida de los precios es tan rápida y continuada, que provoca que la gente no retenga el dinero, por su pérdida de valor constante, y prefiera conservar las mercancías. Nuestra nación fue víctima de este nefasto acontecimiento entre 2017 y 2021, con un récord de 44 meses continuos de padecerla, lo cual nos igualó con el segundo mayor registro de ese fenómeno, el de Grecia, entre 1992 y 1994.
El proceso de alza de precios más prolongado jamás conocido por la economía moderna fue el de Nicaragua, con 58 meses, entre junio de 1986 y marzo de 1991. En nuestra tierra registramos los peores picos de la hiperinflación en 2018, con 65.374,08%; 2019 con 19.906,02% y 2020, con un 2.355,15%. Para aquel momento, los economistas alertaban que un proceso de inflación con tales dígitos y que se prolongue por más de cuatro años, es sencillamente insostenible e inimaginable, algo que nunca se había visto en el mundo anteriormente.
Por supuesto, si la vara para medir es la mediocridad, podríamos decir que el país se arregló de cierta forma. Esto, en caso de que el pasatiempo sea comparar números malos con números peores. La cosa es que todos tenemos acceso a la información y aún podemos enterarnos de que nuestras subidas de precios son superiores a las de toda la región sumadas. El mencionado indicador promediará un 11,2% para este año entre todos nuestros países, de acuerdo al Fondo Monetario Internacional.
Estamos muy lejos, por lo visto, de sacudirnos este incómodo visitante, el cual no es más que la prueba de que estamos aún muy lejos de arreglarnos y de llegar a una verdadera estabilidad económica. Y la cosa se pone peor si tomamos en cuenta que esos años de hiperinflación sin duda dejaron una profunda huella de devastación en nuestra economía y toda nuestra estructura productiva. ¿Cuáles fueron las causas de este adverso período del cual aún no terminamos de salir, por más que muchos lo afirmen? Quizá el peor de nuestros males y que aún nos persigue hasta la luz de hoy día en este sentido tiene que ver con el excesivo e innecesario intervencionismo por parte del gobierno central en aspectos económicos que deberían ser dejados a la empresa privada y al libre mercado. También se cayó en la peligrosa tentación de inyectar dinero inorgánico en la economía, una medida desesperada que se suele tomar cuando el mal ya está hecho y que, lejos de remediar nada, empeora las cosas a la enésima potencia, como ya hemos podido padecer en carne propia.
El crecimiento de la deuda externa en las dos décadas anteriores es otro error que tiene consecuencias a largo plazo y que estamos pagando hoy en día todos los venezolanos. Esto, conjuntamente con las tristemente célebres expropiaciones de aquellos años por parte del gobierno, que no solamente fueron inefectivas en cuanto a productividad, sino además asustaron a sectores productivos que decidieron bajar la Santamaría como quien dice y de esta manera creando escasez y subida de precios sostenida y de manera constante durante los años.
Para muestra un botón: han revertido algunas, otras simplemente duermen el sueño eterno. En este escenario proclive a la combustión espontánea, una administración mareada de petrodólares desdeñó la producción nacional para importar en forma desventajosa para nuestros productos.
Cuando los precios del petróleo cayeron, nos quedamos sin el chivo y sin el mecate como solemos decir, y los precios, para arriba, haciendo del país un caos total, si algo tenemos claro, es que seguiremos siendo un país profundamente herido en sus indicadores económicos mientras no se motive la producción nacional y se priorice la obtención de materia prima para reactivar la industria del país.
No nos hemos arreglado, estamos muy lejos de hacerlo, tanto económicamente, como sociedad, Venezuela es un país retrogrado en muchos aspectos, sus mismos habitantes lo son, hay mucho que aprender y que entender, estamos peor que muchos países que con menos recursos nos superan en desempeño económico y en bienestar para sus ciudadanos.
Todos los pecados capitales que fueron cometidos para implosionar la economía nacional y por lo tanto generar inflación, se siguen cometiendo. Estamos en un terreno movedizo en el cual tenemos que saber caminar y andar en el sin titubear, seguir aprendiendo de cada situación que se nos presenta como país, como ciudadanos, como república, avanzar como sociedad y saber aceptar nuevas ideologías, saber querer más de nosotros y no decir que nos conformamos con lo que tenemos, si algo tiene el venezolano es que es echado para adelante como decimos, y sabemos que si ponemos de nosotros mismos podemos llegar a ser mejores en muchos aspectos y volver a ser lo que algún día fuimos, por eso mismo, hay que tener cuidado con la reiteración de los mismos errores que nos puede lanzar a una situación peor en cualquier momento.
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